Uno de los policías nos indicó que nos
retiráramos hacia atrás, pero yo todavía estaba dentro, mientras el otro se
dispuso a abrir la maleta. El charco de
sangre cada vez se hacía más grande.
Cuando abrió la maleta, algo cayó de ella, y el suelo se llenó
completamente de sangre, me quedé mirando. ¿Qué es lo que había dentro de esa
bolsa?
La bolsa se abrió y de repente vi como
algo rodaba mientras salpicaba todo de sangre.
- ¡Dios
mío!, pero que eso, parece…. ¡una
cabeza! – grité.
Se me pusieron los pelos de punta, me
mareé, me dio una arcada, casi vomito. A
lo que me di cuenta, en mis muñecas
había unas esposas. Miré alrededor y vi que a Raquel también la habían
esposado.
A los pocos minutos, otros policías nos
cogieron a la fuerza y nos metieron en una furgoneta.
- Pero,
oigan, ¿qué pasa?, porqué estoy
esposado, y donde me llevan. Raquel, ¿qué está ocurriendo?¿qué has hecho?
Ella no decía nada, sólo se reía. Su sonrisa no era como antes, parecía que estaba disfrutando con situación,
me estaba dando miedo, mucho miedo.
- Te
lo dije verdad, tuve razón.
- Eso
parece.
- Que
vas a hacer con respecto a este asunto.
- No
creo que sea capaz de más.
- ¿Te
rindes?
- Pues…
- No
seas tonto, todavía puedes hacer mucho más de lo que piensas.
- Como
¿qué?
- Ya
que estoy con las piernas bien abiertas y el coño recién peladito, me podías
dar unos lametazos.
- Serás
zorra.
Solamente tenía que cruzar la calle y la
tendría a mi lado. Mientras esperaba que el semáforo se pusiera verde, pude
observar una mujer de altura media de
pelo oscuro, vestida con una chaqueta de piel negra, y una falda morada
por encima de las rodillas. Prácticamente iba toda vestida de negro, hasta las
botas largas que llevaba eran del mismo color. Que pasada una vez que se me
acercó, me dio un fuerte abrazo y se
pegó a mi pecho como si me conociera de toda la vida. Yo tampoco fui diferente,
mi nariz estaba clavada en su pelo y respiraba un maravilloso olor a perfume.
Me había dicho que el concierto empezaba
sobre las doce y mientras podríamos ir tomar algo y conocernos mejor. Todo iba
de maravilla, y Cristina no paraba de sonreírme, y podía notar como sus ojos
brillaban de felicidad. La verdad que los dos nos sentíamos muy cómodos, así que
no me pude resistir y tuve que inmortalizar la felicidad que tenía, haciéndole
una foto con el teléfono. A la media hora, si no más, llego una amiga suya, era
la novia de uno de los miembros del grupo que iba dar el concierto, y me había
sorprendido, no sabía nada de su llegada. Parecía una mujer de unos cuarenta
años, muy delgada y de estatura pequeña, pero se veía bastante animada y
marchosa. Tal como nos vio, no paraba de decir que lo de que nos conocemos de
solo una semana es mentira y cuando Cristina fue a pedir unas copas, su amiga
empezó a hacerme un interrogatorio.
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