De vuelta, como mis pocos chistes se
habían acabado y ya teníamos confianza, le conté a Raquel la fantasía que tuve
mientras estaba cambiando la rueda pinchada. Al poco que acabé de contárselo,
salió de la carretera y se metió por un camino de tierra, paró el coche, y sin
decirme nada se bajó. Por un momento pensé que se había enfadado por lo que le
acababa de contar, pero quedé sorprendido en cuanto me llamó.
- Aquí
me tienes Nafel, tómame.
Rápidamente bajé del coche, Raquel estaba
agachada casi igual como si fuera a cambiar la rueda, se le podía ver por igual
el tanga transparente con el dibujo de piolín. Me acerqué, le levanté muy
despacio la minifalda, seguí bajándole el tanga, le pegué unos suaves mordiscos
a su pompis, luego la enganché con una mano del pelo y con otra la cara
metiéndole en par de dedos en la boca, y empecé a penetrarla una y otra vez.
Por otro lado Claudia, nada más entrar
en casa se encerró en su habitación y alegremente llamó a su querido marido Carlos
para darle las nuevas noticias, que pronto iba a ser abuelo.
Desde el otro lado del teléfono solo se
escuchaban gritos de alegría, era el comienzo de una gran fiesta.
Últimamente, las buenas noticias siempre
iban acompañadas de otras malas, Claudia le estaba contando a Carlos que la
noche anterior alguien la estaba siguiendo, que se había asustado muchísimo.
Por otro lado Carlos le preguntó si se había mudado de piso, porque la persona
que la perseguía, solo quería protegerla, para que no le ocurriera nada. Por un
instante, casi se enfada con su marido por no avisarla que iba a mandar una persona que las vigilara, pero lo
conocía muy bien y sabía como es su manera de hacer las cosas, así que enfadarse
dejaba de ser una opción. Después de unos minutos, Claudia se fue despidiendo
de su marido, no quería dejar a solas por mucho tiempo a Leyla.
Yo no quise nada de postre, preferí
tomar otra cerveza, pero Vanesa pidió un enorme tiramisú, vaya pinta que
tenía, me quedé embobado de ver como disfrutaba,
lo comía con tanta ansia que se me estaba cayendo la baba, y eso que a mi ese
postre no me va, pero de ver lo a gusto
que se lo comía me estaba dando envidia. Estaba deseando que acabara de una vez
el postre, me estaba poniendo cachondo viéndola como disfrutaba, creo que lo
estaba haciendo a posta para provocarme un poco más de lo habitual. Que malas pueden ser las mujeres, aunque son
solo amigas, hacen que te olvides de la
amistad, y que pierdas el control. Me
daban ganas de tirar los platos de la mesa, subirla encima y hacerla gozar.
- Nafel,
Nafel, en que estás pensando, te veo perdido.
- ¡Uy!
perdona, es que por un momento me había perdido entre tus piernas, comías con
tanta pasión el tiramisú, que mi imaginación me ha jugado una mala pasada.
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