- Te lo dije, o no te lo dije. Cumple con tu
puto trabajo, no bajes la guardia, no llegues nunca tarde, te has pasado todas
mis reglas por el puto coño, no me has hecho caso en nada, además te estás
enrollando con otro que no soy yo. Mira lo que me obligas a hacer, por poco no te mato, que cojones tengo que
hacer para que entiendas que tu vida me pertenece - cagándose en todo, Gino dio
un portazo y desapareció.
- ¡Leyla, Leyla!, respira,
soy yo Claudia. ¿Qué te ha pasado? Joder estás llena de sangre. Despierta, mi niña despierta. El cabrón de Gino se ha vuelto a pasar de nuevo contigo, este
animal al final te matará, tengo que sacarte de aquí como sea. –susurra
Claudia.
Arrastrando el
cuerpo de Leyla, huye por la salida
trasera y coge un taxi.
- ¿Qué pasa? – dice Leyla con un hilo de voz
- Por fin llegamos mi niña, quédate quieta
aquí, yo debo volver rápidamente, para que no se enteren.
Pero
¿Que acabo de leer? ¡Joder!, esto no me
había pasado nunca, mi cabeza empezó a imaginar todo tipo de cosas, y de
repente mi pene se había hinchando
tanto, que casi me revienta el pantalón, parecía un pavo preparado para una
gran pelea.
Dejé
de un lado mis finanzas. Marqué el
teléfono que me había dejado en la nota y, sin hacer demasiadas preguntas, ya
iba de camino hacia el lugar del encuentro, tenía mucho morbo, eso de quedar
con una desconocida me hacía fantasear, me ponía cachondo perdido, y me faltó
poco para tener un orgasmo.
Una
vez había llegado, apagué las luces del coche e inquieto estaba esperando ver
algún movimiento, me encendí un cigarro,
y un ruido en el cristal me sobresaltó. Era ella, la hechicera, cuando
la vi me atraganté con el humo del cigarro, llevaba un precioso vestido negro
transparente, que escondía todo pero a la vez, dejaba mostrar todos sus
encantos, su pelo era muy largo y estaba despeinado.
Perdido
por un largo segundo, nos presentamos, ella se llamaba Samanta, intercambiamos
cuatro palabras, y fuimos a tomar algo por ahí. Yo ya estaba borracho de solo
verla, pero ahí le daba, copa tras copa, y para que todo fuera mejor, empezamos
a beber tequila con limón.
Solo
se escucha el murmullo del viento y las cañas se balancean suavemente de un
lado a otro, me podría quedar aquí para siempre.
No
pude elegir mejor, hace tiempo que no iba
de pesca, echaba de menos la tranquilidad del arroyo, no hay nada igual. Aquí
puedo pensar tranquilamente, sin que los ruidos de la ciudad me molesten.
Últimamente se me da bien eso de pensar y recordar una y otra vez los preciosos
momentos de mi pasado más reciente.
No
entiendo porque no puedo olvidar a Leyla, porque mi corazón palpita rápidamente
al pensar en ella, no debería ocurrirme eso, no es la primera vez que me gusta
una mujer, además, cada dos por tres estoy disfrutando con unas y con otras.
No
es la primera vez que me pasa eso, han existido otras mujeres que me han dejado
y mujeres que a las que yo he dejado, pero siempre, en cuanto conocía a la
nueva, la anterior dejaba de existir, y sinceramente por todas tenía
sentimientos.
Igual
me estaba equivocando con lo que había sentido antes, realmente ninguna me hizo
daño, por ninguna he sufrido, muchas veces me hacía hasta gracia, cuando alguna
me decía que le ponía fin a nuestra relación.
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