Mi día a día

Mi día a día

Aunque eres un desconocido, lucha por tus sueños, que algún día llegarás a ser alguien.


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miércoles, 26 de febrero de 2014

Fragmentos Libro Soñar II

Entre la lujuria y la pasión que habíamos ido acumulando después de tanto tiempo acabamos en una habitación de un hotel viejo y cutre,  pero la necesidad hizo que todo nos diera igual.  Nos desvestimos rápidamente, como si el recepcionista nos hubiera dicho, tenéis solo cinco minutos. 
Al verla desnuda mis ojos quedaron atrapados, era preciosa, su cuerpo era un pastel y yo estaba a punto de comerlo. Desde la cama me lanzó una mirada llena de deseo, parece que me estaba diciendo “Aquí te espero”.
No tardé ni un segundo en acercarme, empecé a tocarla, acariciarla, y besarla por todo el cuerpo. Su piel era tan suave, que me deslice y acabé perdido entre sus largas piernas, donde encontré una pequeña cueva. Mi lengua esta vez no se pudo resistir y atrevida como nunca, se dejó caer en la profundidad. Con suaves lametazos iba acariciando el clítoris, tanto que note como crecía con cada movimiento.
Durante un tiempo estuve explorando el cuerpo de Leyla y en cuando decidí que había besado y acariciado cada uno de los rincones, la empecé a penetrar hasta que sus gritos de pasión se convirtieron en silencio.  
Aquella tarde fue la más maravillosa de mi vida.
Quedaré eternamente agradecido a cupido, por la puntería de sus flechas. No me había esperado que el amor llegara tan temprano a la puerta de mi corazón.


¡¡Pequeñitos, pequeñitos!!!! Bien ricos calentitos, y mira como está el bocata de panceta, tan crujiente que se te deshace en la boca.
Pues sí, esa es la canción, el día a día de mi pequeño negocio, voy de acá para allá con mi carrito, a todos los rincones de cualquier mercadillo que haya por la zona,  y por supuesto, en las grandes fiestas de los pueblos.
Me encanta mi trabajo, mi jornada pasa volando, estoy tan entretenido, que no noto como se pasan las horas.
El viento cálido es mi aliado, reparte por todo el mercadillo, los aromas de mis pequeñas delicatesen, hasta que el olor se hace irresistible.  Es imposible no encontrar un rinconcito en el que se incrusten los olores.
Llevo un par de años con este negocio, al poco de empezar la crisis en España, desde entonces, vendo estas pequeñas delicias llegadas desde mi tierra natal.
Si, si, de mi tierra. Soy de Moldova una maravillosa provincia de Rumanía, ahí tenemos la costumbre de disfrutar  al final de un largo día de trabajo, o cualquier fin de semana, saliendo a tomar un par de cañas, en la bien rica compañía de los pequeñitos (carne picada en forma de salchicha con especias).



 En la primera parada bajamos los dos, y como es lógico lo invité a tomar algo. Lo que él hizo por mí, no tenía precio, por lo menos en cuanto lo veo, hay que agradecérselo de una manera u otra.
Recuerdo como si fuera ayer, aquel día, apenas llevaba una semana aquí y tuve la suerte de trabajar tres días. De lo poco que cobré quise enviar a mi familia algo de dinero. Y me enteré que había un locutorio donde cobraban menos comisión al hacer los envíos, así que en cuanto estuve allí,  le dije que me enviara el poco del que yo disponía.
Apoyado justo en la entrada había un desconocido, empezó a reírse del poco dinero que había enviado, y me dijo, hombre pero porque envías tan poco, tiene que ser más. Yo le contesté que llevaba poco tiempo aquí y ni tenía trabajo, lo que envío es más que suficiente. Cuando lo escuchó, Cristian se me acercó y me dijo, te prometo que intentaré ayudarte, déjame que haga unas llamadas mientras tú acabas de hacer el envío. En cuando salí del locutorio, él me estaba esperando ahí, me confirmó que había hablado con alguien y que necesitaba que le diera mi número de teléfono. Por suerte tenía apuntado el teléfono de mi compañero de piso, era un chico búlgaro, así que se lo di. Luego me despedí de él, agradeciéndole su voluntad de ayudarme.



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