Uno de los policías nos indicó que nos
retiráramos hacia atrás, pero yo todavía estaba dentro, mientras el otro se
dispuso a abrir la maleta. El charco de
sangre cada vez se hacía más grande.
Cuando abrió la maleta, algo cayó de ella, y el suelo se llenó
completamente de sangre, me quedé mirando. ¿Qué es lo que había dentro de esa
bolsa?
La bolsa se abrió y de repente vi como
algo rodaba mientras salpicaba todo de sangre.
- ¡Dios
mío!, pero que eso, parece…. ¡una
cabeza! – grité.
Se me pusieron los pelos de punta, me
mareé, me dio una arcada, casi vomito. A
lo que me di cuenta, en mis muñecas
había unas esposas. Miré alrededor y vi que a Raquel también la habían
esposado.
A los pocos minutos, otros policías nos
cogieron a la fuerza y nos metieron en una furgoneta.
- Pero,
oigan, ¿qué pasa?, porqué estoy
esposado, y donde me llevan. Raquel, ¿qué está ocurriendo?¿qué has hecho?
Ella no decía nada, sólo se reía. Su sonrisa no era como antes, parecía que estaba disfrutando con situación,
me estaba dando miedo, mucho miedo.